mercoledì 27 luglio 2022

 "1981"

Del Monólogo - Esa luz en los ojos"

De

Vicente Calafiore



 



La noche anterior, no lejos del anochecer, anunció una tormenta en la noche, el cielo estaba deshilachado, enredado, se reconcilió con el reflejo, con la escritura.

En la habitación ahora a oscuras, sobre la vieja mesa manchada de tinta la suave luz de una vela magnificaba los perfiles, era esa habitación

el -lugar mágico-, la pluma estilográfica corre con la ligereza de una pluma sobre el papel como si conociera sus propias métricas y comas, puntos de suspensión, interrogantes, su propia narración íntima de un pensamiento que poco a poco va tomando forma.

¡Todo tiene su tiempo! , incluso mi respiración lenta como para respetar la magia que dejan en el aire.

Son palabras que, conociendo el movimiento de la lentitud así se mueven, tienen el mismo movimiento de los ojos cuando se encuentran con otros ojos, la misma suavidad de los labios recién tocados, recién besados.


¡Este pensamiento de ella es el momento más sagrado!


En el lento transcurrir de las horas parece que el tiempo hubiera encallado en los bordes de un mágico sueño que corría sobre esos hilos plateados de palabras colgantes, como plegarias andinas.

Era como estar en una suspensión desde la que podías alargar la mano a lo lejos, acariciar un rostro, tocar tus labios, susurrar palabras, tomar otras manos; pero también para ir en busca de un sueño a medio terminar, atrapado en la telaraña de un atrapasueños.


¡Mi sueño estaba allí!


Un sueño no es moneda de cambio, en ese sueño estaba todo el sentido de mi existencia, la dignidad, el amor sin la limitación y el aburrimiento de fronteras y barreras, la conciencia de otra existencia, un otro lugar adonde ir, despojado de lo miserable. condición humana.

¡Por eso el Amor es sueño, existencia, orgullo, dignidad!

Por eso no se puede trocar un sueño, ni ensuciarlo libremente como sucede con ambas manos de esta hipócrita humanidad tanto como su ser.


Pero todo tiene un final, todo termina, el sueño se desvanece lentamente, mientras la luz invade la habitación, las sombras huyen con la misma familiaridad de una despedida, todo se mezcla en el aire que respiro, agrio y sangriento como un último beso.

Eso si él lo supiera, o pudiera saber lo arraigado que había estado en mi alma, si no se fuera... como el último sorbo de una copa de vino bebido lentamente.

Este amor que me ha embriagado de felicidad, íntimo y precioso, ahora se ha ido sin dejar rastro de sí mismo, desvanecido junto con las sombras, en el fondo de un vino amargo en una copa.

¡Ay…! Esa luz en los ojos que apenas podía mirar, fuerte como el amanecer, tan encantadora como la luz del mar.


“Encontrarse” es el verbo que falta en esta humanidad… ¡encontrarse, buscarse, amarse!

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